Cuando empecé este año, sinceramente no sabía a dónde me llevaría. No era lo que había planeado, ni lo que pensaba que necesitaba. Pero, a veces, la vida tiene una forma de sorprenderte, de poner en tu camino lo que menos esperas y lo que más necesitas. Este año me ha dado todo: desde momentos de pura felicidad hasta algunos de los mayores retos de mi vida. He vivido de todo, y cada uno de esos momentos me ha cambiado de formas que no sabía que podían cambiarme.
Me enamoré. Y no solo de una persona, sino de una sensación que creí que ya había perdido. El amor, en su forma más pura y honesta, llegó cuando menos lo esperaba. Fue un amor que me hizo sentir vulnerable, que me enseñó a confiar, a abrirme y a entenderme mejor. Fue un amor que me sacudió, me hizo más fuerte y me hizo sentir viva de una manera que jamás imaginé. A veces, cuando miro hacia atrás, no puedo evitar sonreír al recordar esos momentos tan especiales.
Pero no solo he aprendido sobre el amor. Este año, he crecido tanto como persona y como trabajadora que ni yo misma me lo creo. He pasado por todo: desde sentir que todo va bien y estar llena de gratitud, hasta esos días en los que la frustración me hacía querer rendirme, querer gritar y tirar todo por la borda. He vivido la sensación de querer abrazar a alguien hasta el final y la de querer alejarme por completo. Y sin embargo, aquí estoy, más fuerte, más madura, más consciente de mi propio poder. He aprendido a controlar mis impulsos, a respirar cuando siento que todo se desmorona, a dar un paso atrás antes de reaccionar. Puedo decir con todo el corazón que ahora soy una versión mucho mejor de mí misma.
Me siento increíblemente orgullosa de cada paso que he dado, incluso de los más difíciles. Porque esos momentos difíciles fueron los que realmente me hicieron crecer. No importa cuántas veces he caído o me he sentido perdida, cada vez me levanté con más fuerza y más determinación. Todo esto ha sido un proceso largo, pero la recompensa ha sido infinita. Me voy con dos certificados de profesionalidad que no son solo papel, son el reflejo de cada sacrificio, cada noche de trabajo, cada momento de duda que se ha transformado en confianza.
Y ahora, al mirar todo lo vivido, sé que estoy en la recta final. El camino aún no se acaba, pero cada vez se hace más claro, más fino, como si todo estuviera cobrando sentido. Este blog, que comenzó como un proyecto personal, ha sido mi refugio, mi terapia, mi forma de expresarme y entender lo que estaba pasando en mi vida. Ahora, al ver todo lo que he logrado, me siento agradecida, con el corazón lleno y la certeza de que cada paso, cada lágrima, cada sonrisa ha valido la pena.
Este año me ha transformado, me ha tocado el alma y me ha enseñado más de lo que jamás imaginé. Y aunque a veces sea difícil, sé que el dolor y las dificultades solo me han hecho más fuerte. Hoy miro atrás y veo todo lo que he superado, todo lo que he aprendido, y no puedo evitar emocionarme. Estoy lista para lo que venga, pero siempre recordando lo que este año me ha dejado, lo que me ha enseñado y lo que aún está por venir.